10.2.12

Botas Negras

Como si estuviera celosa y caprichosa del atardecer, vino a interrumpir mi paisaje una silueta asustada, temblorosa, extraña... Escuchaba sus botas a lo lejos, ya que se movía de una forma muy inestable, se tambaleaba en las hojas secas, como si fuera incapaz de andar, de mantener el equilibro. Para mi sorpresa, se sentó a unos pocos metros de mí.
Se agarraba la bufanda de una forma curiosa, como si tuviera allí un obsequio o un objeto extremadamente frágil. Quizás sólo se protegía del frío, evitando que entrara en su garganta, congelándole todos los músculos.
Parecía que le costaba respirar, como si se fuera a ahogar en cualquier momento. Tenía la cabeza agachada, sin embargo, noté que jadeaba, le temblaban las piernas y cada vez  apretaba con más fuerza su bufanda. Con los ojos fijos en el suelo ocultaba su rostro, quizás se escondía de las personas o de una.
Le empezaron a temblar las piernas, se encogió y levantó la vista al cielo. Me quedé mudo, incauto, frío. Tenía los ojos verdes, verde claro, casi transparentes, como el agua cristalina. Percatarme de su mirada fue el comienzo del cortometraje. Abrió el telón, descubrí su alma.
Busqué su figura, entrecerré los ojos, y la divisé sentada con las manos apretadas y los hombros encogidos. Pero esta vez no estaba en un parque, sino que se encontraba en una ciudad sumergida, inundada. He de admitir que me costó distinguirla en ese suburbio de agua. Este fenómeno se debía a las olas que manaban de su pecho. Al parecer le arrebataron una parte de éste, y ahora, era incapaz de parar este cataclismo.
Quise acercarme a ella, preguntarle qué le pasaba, pero me asusté. Sus lágrimas eran  ríos que empapaban su falda, sus piernas, sus botas…
¿Qué fuerza sobre humana es capaz de provocar semejante drama?- Me preguntaba mientras observaba sus muecas de dolor, mientras ella abrazaba su cintura, y alzaba la vista al horizonte, clamando respuestas.
Hasta que  apartó los ojos del cielo y se quedó ahí quieta, mirando sus botas negras.