Eran las cinco ó seis de la madrugada, faltaba muy poco para que amaneciera. Él seguía atónito contemplando como su pelo negro resplandecía por las luces de la ciudad y la forma que tenía de caer cada mechón, haciendo que pudiera ver sus profundos ojos azul oscuro.
- -Vamos Lane, dime algo, háblame. Quiero conocerte, saber más de ti.
Ella, un tanto molesta por sus repetidas palabras, se revolvió cautelosa en la cama.
- - Mañana me iré y nos separarán dos horas de avión, catorce en coche…
La interrumpió - ¡Basta! Estás aquí, a mi lado, y solo piensas en marcharte. No sé como, ni por qué, pero necesito tenerte cerca.
- - No me conoces.
- - Ya lo sé, pero tampoco me dejas hacerlo.
- -¿Para qué Nil? Sabes lo justo y suficiente de mí para desearme al tenerme cerca y para no echarme de menos cuando esté lejos.
- -Eso tú no lo sabes…
- ¿Me echarás de menos? No, no me respondas.
- Lane…
- No, por favor, no me hagas esto.
- ¿Hacerte qué? Mírame y mírate, tan sólo basta con que me escuches, Lane, te echaré mucho de menos y sé que tu a mi también. Pero, ¡que más dará! Tú sigue guardando tus emociones en tu caja. Sabes que habrá un día en el que me llames para volver aquí, conmigo.
- Si tan seguro estás, no sé a que viene todo esto.
- Joder, ¿por qué no me dices nada? Ya no sé ni que pensar. ¿Acaso te importo?-Se levantó enérgico de la cama.
- Vamos Nil, no empieces…
- ¿Qué no empiece? Claro, eso es lo que pasa siempre, empiezo y tú nunca terminas. Siempre me dejas con el corazón en las manos y el te quie…
Le selló sus labios con sus dedos.
-Nil, por favor… me juraste que nunca lo diríamos.