27.4.11

Raphaël





Podría guardar todos mis momentos contigo en un sitio concreto.
Esa habitación era nuestra, no sólo por la cantidad de veces que nos reencontramos en esas paredes azul oscuro que acompañaban a la sensación inocente que producían tus ojos en mí, y que en seguida tú transformabas en picardía. Sino porque sabía que cada noche efímera que me brindaras, yo sería tuya. En esas sábanas, en esos mismos lienzos que poseían el perfume antiguo del hotel. A pesar de que el resplandor de tu mirada se apagaba como las lámparas del hostal, puesto que tus ganas se consumían conforme mis gemidos menguaban. Pero yo me dejaba fundir en tu piel tatuada y permitía que tus manos me poseyeran. Y mientras yo desprendía por todos mis poros mis emociones, tú, te guardabas las tuyas.
Gesticulabas tu media sonrisa y te largabas.
Y yo siempre, después de tus agrias despedidas, me pregunto: ¿No sabes amar más allá de estas cuatro paredes?

23.4.11

Allie





Allie, descubrió los rayos del sol cuando abrieron por primera vez la cajita que la resguardaba,  lo primero que captó su atención fueron unos inmensos ojos verdes llenos de esplendor, y a su lado la acompañaba una sonrisa que siempre miraba a los ojos luminosos, y a partir de ahí la melodía que ella danzaba pertenecía a estas dos manos que se agarraban.
Los movimientos de su círculo giraban y giraban, acorde a las ondas de su pelo y a las curvas de su cuerpo, sus ojos como gemas brillaban con tal esplendor que era un verdadero espectáculo para cualquier espectador. Ella, sus labios, su eterna sonrisa, danzaban sin detenerse.
La colocaron en la estantería en frente de la cama, dónde observaba Allie cuanto se querían, y que cuando la nostalgia embargaba la habitación le daban cuerda, ella bailaba para ellos y comprobaba como los ojos esmeralda se deslumbraban y los  dientes de él volvían a relucir, y volvían a acariciarse. Ella era más que una cajita de música, era su remedio, su recuerdo, su canción…
Pero una vez el hombre vino con las curvaturas de su boca hacia abajo ¿Quién las habría puesto del revés?-Pensó Allie-. Se fijó por toda la habitación buscando a los pequeños diamantes luminosos, pero no los vio por ninguna parte. Y los colores de la habitación se transformaron, de un azul cobalto a un rosa pálido, hasta terminar en un gris taciturno. 
El hombre de la sonrisa del revés se levantó de la cama, y con sus manos mojadas por sus propios ojos, cogió a Allie y la encerró en su caja, para siempre.
Su vestido color azul mar se convirtió en polvo y sus brazos ya no se movían ni lenta ni intensamente. Sus ojos se apagaron y ya no sabía como era la luz del sol ni se acordaba de como era el bailar.
Porque esa fue su vida, cautivar a todos los que se detenían a observarla, brindar melodías a personas amadas, y ser el recuerdo de los que olvidan. 



20.4.11

Ollie






Ollie, es la niña de la sonrisa de caramelo y de los ojos noche. Y lo que más la caracterizaban eran sus puntos de fuerza, que se hallaban en dos zonas claves. El primero estaba en sus pies, los cuales la levantaban y tiraban de ella cuando su cuerpo caía. El segundo se encontraba en las comisuras de sus labios, éstos conseguían estirarle una sonrisa por cualquier suceso que le ocurriese, pasando por alto las circunstancias y los motivos.
Pero Ollie también ostentaba un punto de flaqueza, y éste se reunía en la yema de sus dedos. Que la presionaban a narrarte, a la vez que ella se desesperaba. Porque ahí es cuando demostraba que no, no podía fingir las 24 horas que su garganta no se estrechaba y que sus ojos no se ahogaban al recordarte. Que estaba más cerca de perder el conocimiento que de mantenerlo. Porque lo improbable se volvía imposible. Y el “tan, tan lejos” se os quedaba grande. A pesar de la distancia relativa y de las ganas que desprendían sus poros por buscarte.
Entonces un día Ollie se armó de energía, utilizó la fuerza de sus pies, y se atrevió a transmitirte todo lo que escribían sus dedos a través de su boca. Toda la angustia que la amarraba y todo el afecto que tenía guardado para ti.
 Pero… ¿Sabes que pasó? Que Ollie no fue más la niña de la sonrisa dulce ni de los ojos sueño, puesto que su boca se tornó amarga y sus ojos en lugar de brillar, (¡Cómo brilla el cielo cuando aparece la luna!), se oscurecieron. Se quedó completamente vacía, porque te entregó todo lo que ella sabía, todo lo que ella había fabricado.


Keep calm.




¿Qué quieres? ¿Qué me desagarre por las esquinas?, ¿Qué llore en tus rodillas? (por muy lejos que estén). Que te diga lo mucho que me está(s) destrozando, que no hay día ni hora ni minuto que no me recuerden que no estás aquí. Que no puedo sacar una sonrisa cuando te miro, porque mi boca está agria y ácida desde que te fuiste. Que ya es imposible buscarme en tus pupilas y escribir en tu espalda. Y que tu olor está impregnado en mi cuerpo cada vez que trato de dormir. Pero ¿sabes qué? Puede que yo no haya cumplido todas tus expectativas, y seguramente me salga de tus conceptos, pero hubiera vuelto para sacarle el sentido a tus sonrisas. Pero no, porque no te atreves, porque no quieres. Yo también puedo ocultarme en mi jactancia, lanzarte a golpes mi indiferencia a la par que mi corazón se desintegra. 
Yo también puede ser como tú. 


17.4.11

Self





¿Y ahora qué? ¿No eras tú la que presumía de orgullo? Mírate… ¿Qué piensas hacer? ¿Seguirás fingiendo que toda esa superficial coraza que te embarga es más fuerte que tú? Cuando está completamente destrozada. Se ha convertido en un puzzle, y mientras pierdes el tiempo en encajar todas las piezas, no quieres darte cuenta de que lo que importa no es tu escudo, sino ese órgano que tanto odias. El miedo te embarga por completo, te enterraste bajo tierra y pensaste que nada ni nadie podrían hacerte salir… Que equivocada estabas eh. Cuando quisiste fluir de repente,  quisiste lanzarte al primer contacto de piel que hiciera que tu vello se pusiera de punta y tu corazón despertara y latiera tan fuerte que se te saliera del pecho. ¿Pero sabes que pasó? Que cuando lo conseguiste, te asustaste. Tus piernas temblaban y se te encogía el estómago. ¿Es esto normal? (me preguntabas). Cuántas veces he tenido que explicarte que yo soy tú y tú eres yo. Y que sé tanto como tú sobre él, que no sé hasta dónde llegarían sus ojos por buscar tus pupilas, ni sé cuantos vasos podría llenar con sus lágrimas.
¿Sabes lo que va a pasar ahora? Vas a temer otra vez, y estoy segura de que no dejarás a nadie, (ni aún que yo te convenciese) entrar en ti.  
Y no hagas como que no te afecta, porque ahora mismo sé que te estás deteriorando, y es eso lo que más te jode. ¿Qué pasa? No te gusta lo que escuchas, ¿verdad?
Venga pequeña… no te subleves, no desaparezcas, formo parte de ti, como tú de mi.
¡Espera!
Ya está…lárgate, finge no escucharme, golpéame contra tu muro de indiferencia.
Pero estoy aquí.
Buenas noches Princesa.

14.4.11

April





Yo tan sólo quería meterme en cada uno de tus resquicios, y grabarlos en mí con tinta permanente. Poder leer a través de tus ojos, y adentrarme en ellos, colándome por las ranuras e ir cosiendo todas las heridas abiertas. Mi intención no era más que apreciarte como a un libro, anotando las citas que me gustan y guardando en mi memoria mis partes favoritas. Pero he acabado confundiendo tus latidos con los míos y tus nervios con tus ganas de escapar. Y ya estaba dentro…  me rocé con todos los árboles del bosque que tienes por corazón. Terminé llena de arañazos, y de culpa, por querer entrometerme en ti y por quererte más de lo que se debe.
Así que ahora me voy de tu repulsivo subconsciente.

5.4.11

Azul




Que distintas se ven las cosas transcurrido el tiempo. Cuando me despertaba a la madrugaba por tu olor en mis sábanas o por el simple cosquilleo de pensar que estuvieras ahí. Cuando observar los atardeceres y viajar en metro se convertía en revivir una y otra vez tu recuerdo. Cuando mis cafés, mis textos, y todo lo que leía, veía o sentía llevaba tu nombre. Y mi piel se ruborizaba y temblaba al creer ver tu rostro a lo lejos, pero mis pies no tenían la valentía de volver a ti. Me quedaba horas escribiendo y gimiendo por tu ausencia.

Pero ahora pienso: ¡Qué perdida de tiempo! Que no supe percatarme de que unos ojos, sus ojos me observaban, con tal ahínco que podría haberme hecho una radiografía en ese mismo instante. Y cuando por fin, me encontré con el azul de su iris, escuché “Hace meses que  me detengo a mirarte, y hoy es la primera vez que has sonreído.”


Y no volviste a atravesar mi mente. 

3.4.11

Moon




Desde mi ventana veía el azul oscuro de la madrugada, y las pequeñas luces que lo adornaban. Mis ojos, ya cansados, sostenían mis parpados que suplicaban un inmediato descanso. Pero para su sorpresa, algo los despertó de sobremanera, dilatando sus pupilas. Giré la cabeza bruscamente, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, hasta que vi que estaba en frente mía, delante de mis propios ojos.
Era una silueta femenina, brillaba con una intensidad magnética. Forcé mis pupilas y me froté los ojos más de una vez, nunca vi nada semejante.
Sentí el terrible y es desesperado deseo por acercarme a ella. Y sin pensarlo me dispuse a salir de mi casa. Me palpitaba el pulso con tal rapidez que hubiera sido capaz de saltar por la ventana. Pero intenté controlarme, y salí a buscarla.
Caminé hacia ella lo más rápido que pude aun sin saber qué decirle o cómo tratarla, había perdido completamente la cabeza, me sentía como Manrique en la leyenda de Becker “El rayo de luna”. Pero esta vez, sabía que ella existía porque la vi, por fin, y la miré de una forma casi táctil.
Pero cuando quise atreverme a tocarla, mi mano chocó contra una pared fría y densa. Ella me sonreía con picardía y dulzura, (quizás no era consciente de esa cápsula que la rodeaba) pero yo si, y me enfurecía que se interpusiera ese muro luminoso y asqueroso que apartaba mi piel de la suya. 
Perdí los nervios. ¿Por qué esa distancia? ¿Por qué esa frialdad? En ese rostro con facciones tan delicadas y rasgos tan dulces…
Ella no me dejaba entrar, no se atrevía a levantar esa barrera y yo comenzaba a desesperarme. Cuando de repente, con una mirada triste e insegura, me ofreció su mano. Sonreí orgulloso, y la agarré con fuerza. Pero al mostrarme lo que había detrás del muro, me asusté.
Me encontraba perdido, en un laberinto de hielo, donde ella decidía que puertas abrirme y cuales cerrarme, algunas acciones sin sentido y otras quizás me las mereciera.
Trataba de saber la solución a ese enigma, a ese puzzle. Notaba como me enfurecía cada vez más y bruscamente rompí más de una pieza.
Lo único que yo quería era poseerla y que me desease tanto como yo  a ella. Pero siempre había puertas que cerrar, aunque me abriera otras tantas y pensaba que por fin saldría de allí, podría sostenerla en mis brazos y desgastarle los labios.
Me di por vencido, me sentía inútil y un pelele, dejé de buscarla.

Tardé bastante en darme cuenta de lo frágil y débil que era ella, y lo cerca que yo estaba de su corazón.