28.9.11

Nuevo Blog!

Se desenredaba el pelo con las yemas de sus dedos, mientras imaginaba su vida en otro lugar, en otra época, huyendo de sus noches rutinarias junto a su mesita de noche donde la esperaban sus ilusiones de papel. El autobús se paró en seco, levantó la mirada al ver que alguien se subía.

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10.8.11

Eva




Podríamos narrar esta pequeña historia, amigos míos, desde muchas perspectivas. Sin embargo cabe destacar el momento principal en el desencadenaríamos este relato. 
Entre tú y Eva existía un filtro y este era la ventana de su dormitorio. Ella se posaba en el alféizar, apoyaba sus pómulos en sus manos y comenzaba a imaginarte. Su campo de visión consistía en tus aposentos. Muchas veces tus persianas le impedían verte, pero eso no importaba, porque Eva te imaginaba. Sabía dibujarte una mueca en el rostro. Entonces era cuando el acordeón empezaba a sonar y ella temblaba, un cascabel se agitaba en su pecho. Ella era adrenalina en una caja de cristal, se escondía en sus ondulaciones doradas y en las cortinas color mármol. Pero tú sabías entrar en su curiosa atmósfera.  Sabías como adentrarte en ella, recorrer su piel como si se tratase de un camino arbolado, y ella corría descalza como un animal asustado, intentando huir de ti, haciendo un poco de espectáculo. Hasta que conseguías atraparla, y resonaban los tambores, los árboles desaparecían para crear un lugar intimo, una cabaña de madera quizá, o un servicio de autopista. Eso dependía del día que se le presentara a Eva. 
¿Sabes? Ella nunca apartaba los ojos de la ventana, mantenía la mirada fija. Lo único, lo insólito, que nunca podía faltar ni cambiar, era como apretaba los dedos en la tela, como se curvaba hacía atrás, y la forma que tenía de morderse el labio inferior. Ahogaba los suspiros en su garganta con tal de que no la descubriesen nunca. Entre gemidos afónicos y encuentros estimulantes estabas tú. He de aclarar, que Eva te deseaba en las sábanas de su habitación, y cuando os mirabais por las mañanas, te observaba tímida y reía interiormente, sabiendo que os reuniríais ese mismo atardecer.

5.8.11

Cuando la vida te da un soplo de aire fresco




Elle como cada mañana, se disponía a salir de su casa, bajar hacia la estación de metro y subirse lo más pronto para poder sentarse y seguir leyendo su novela. Sin embargo, ese día, se encontraba de lo más nerviosa. Sus labios estaban fruncidos y sus ojos podrían haberle dado a quien se cruzara una descarga eléctrica. Se subió al metro sofocada y se sentó en el primer asiento que vio libre. Abrió su novela y comenzó a leer. De repente Elle se empezó a poner muy nerviosa, notaba como un anciano la observaba de pie, -seguramente porque querría mi asiento-pensó. También sentía que todos estaban pendientes de lo que hacía. Se tocaba el pelo, se miró en el espejo del reloj, miró extrañada para todas las direcciones. Suspiró con la cabeza gacha, hoy no era su día. En su pecho sentía rabia porque ella no solía ser una persona que vive enfadada, pero ese día, los nervios agitaban todo su sistema, y no entendía bien el por qué.  Interrumpió sus pensamientos el anciano, sentándose al lado suya y diciéndole: -Verá, yo no la conozco  dudo que algún día tenga el placer, pero observe, las inquietudes pasaron por mi rostro, y dejaron su marcan, ahora su huella reside en mí, y  son visibles, al igual que los desvelos en tus ojos. – Le apartó el pelo- Mire, no deje que sus impaciencias pronuncien su frente, ¿Sabe? El paso del tiempo hace que no podamos evitar que se forme una gran hilera de años en los mofletes, pero eso usted ahora, no lo tiene. Su piel es lisa y pura como la porcelana. Así que disfrútela y despierte sus facciones. Elle se quedó muda, el desconocido volvió a dirigir su mirada al periódico y ella se levantó y salió del metro. 
Y al salir el sol encendió sus pestañas. 

16.7.11

Edén





Suena el canto de un coro. Creí morirme en ese momento. Mi cuerpo rodeaba la atmósfera, los astros me rodeaban. La constelación nos observaba allí. En el universo paralelo en el que se suspendía mi cuerpo. ¿En qué momento fui a parar aquí? Tan sólo recuerdo el sonido de las personas aclamándome. Me elevo, me envuelvo en mi propio pelo, en mi materia, en mi esencia. ¿Estoy en el Edén? ¿Acaso eso existe? Me siento completa, cómo si mi alma se separara de mi cuerpo. ¿Por qué te empeñas en negar lo que sientes? Si es lo que medita tu cuerpo y tu mente. Mi piel se separa poco a poco de mis carnes y rompen mis huesos. Soy real, esto es real, aunque tú no lo veas.
Desciendo. Me deslizo por las corrientes de sal, punteo por el agua cristalina y ahora, hago un giro de trescientos sesenta grados. Soy bailarina del mar, ellos creen en mí. Tomo aliento, me alzo hacia el acantilado. Ellos quieren oír mi clamor, ellos cantan por mí. Hola, tierra, ¿Sientes mis pies? Se sostienen gracias a ti. Entierro mis manos en ella, las lleno, la realzo, se expande por todos los rincones de este paisaje ilógico. La recoge el viento, y a mí. El aire me lleva, recorro los parajes, los sitios más recónditos, me da el último soplo, empiezo a notar calor, algo me dice que se acerca el fin del viaje. Un huracán me empujó hasta aquí, el ambiente es tenue y oscuro, siento un fervor ardor subiendo por mis escamas, mi piel desaparece, se quema. El coro aun se escucha, ahora más alto, con más ganas. Me desprendo con el fuego, el aire, el viento…
Nunca me he sentido tan viva. 

10.7.11

No surprise




Mi pequeño pueblo... dónde nací, vi nacer y crecer. Ahora es tiempo de despegar los pies del suelo, de coger mi mustang 1967 y acelerar. Extrañaré el sol penetrante de esta ciudad disfrazada de pueblo. Donde escondía los secretos, las aventuras y mis miedos. Pero ¿sabes? A pesar de todo el ardor que siento bajo el pecho al enfrentarme con la ruta, nunca he tenido tantas ganas de salir. Ingenua de mí, que pensaba que estas decisiones nunca llegaban. Empieza un nuevo capítulo, las cosas cambian, las personas cambian, ¡las circunstancias cambian! Y no dudaré en disparar las dudas que surquen mi frente al alejarme de mi hogar. No te sorprendas si no me he despedido, sabes cuánto lo odio, y en cierta forma esta es una forma de despedirse. Y de advertir que no volveré. Sólo nos quedaban unos minutos de silencio y de palabras contenidas, todo el gran cubo de basura que se convirtió en nuestro corazón. No te alarmes si no vuelvo a escribirte, si me he perdido me encontraré, si te he olvidado, olvídame. Esto es lo que obtienes, lo que obtenemos. Mi alma divulga por montes desconocidos, anhelan pisar tierras ignoradas.

3.7.11

Sinfonía Azul





Clavaba en la arena cada etapa de mi vida, recorriendo mi infancia en la falda de mi madre y los últimos días en tus piernas. Hasta los momentos más dulces como los más tormentosos. Dicen que antes de morir eres capaz de ver tu vida en capítulos, quizás sea fruto de que ya estaba programado en mi consciencia. Con la mirada perdida miré el horizonte, como si creyera ver algo sobrenatural. Esperaría al atardecer, como te prometí. Eran increíbles las invasiones en mi subconsciente de cada instante que pasamos allí, como que el mar golpeaba el acantilado donde nos escondíamos. Caminaba hacia la orilla, sentía mi propio peso en cada paso. Unas voces de unos marineros me sobresaltaron, pero no miré atrás. Coloqué las sandalias en la arena, alcé la cabeza, el sol me devolvió la mirada, sonreí. Pronto Paul…pronto nos reuniremos. Al avanzar, noté el agua helada del invierno, vacilé por un instante, fruncí el ceño, las dudas surcaban mi rostro. Respiré el olor a playa, y unas gotas saladas me salpicaron, arrebatándome cualquier duda. Me adentré al mar, notaba como congelaban cada miembro de mi cuerpo. Las corrientes movían de forma cautelosa mi vestido blanco, y el viento se encontraba sereno jugando con mi pelo níveo, como si danzara con la música de un chelo. Con fuerza bruta una brisa me golpeó el pecho, el atardecer se retiraba y debía apresurarme. Estiré mis brazos horizontal y verticalmente. Tomé impulso y me sumergí en el mar. Inundó mi garganta, la marea ahogó mis pulmones, y mi corazón dejó de palpitar. Paul…

26.6.11

Warwick Avenue






Comienza el viaje, los pasajeros se sitúan y ya se oía la señal de salida. Juega con el asa del bolso para desahogar su nerviosismo, se muerde el labio inferior  y agacha la cabeza. Tranquila pequeña- susurraba. Se giró por última vez para comprobar si se encontraba tu rostro entre las personas. Se le encogió el corazón y apretó con más fuerza su bolso. El tren empieza a moverse. ¿Y dónde quedarán los minutos prolongados? ¿Y los silencios compartidos? Es tan triste, era la no-despedida.
Frunció el ceño, creyó verte a lo lejos, en el andén más próximo, a través de las cabezas desconocidas. Es tan absurdo…
Repentinamente los recuerdos vinieron a ella como una bofetada.

Sus piernas flaqueaban y él la miraba penetrante e indiferente. Creyó que sus órganos terminarían congelándose en cincuenta segundos y que sus ojos se vaciarían y no le quedarían lágrimas que derramar. Creyó que no volvería a poder sentir otro aliento que la reconfortara. Pensó en morir en ese instante, que si él no la revivía no lo podría hacer nadie más. Luchó con sus palabras, con sus fuerzas, trató de buscar un mísero consuelo en su boca, en vano. En ese momento se dio cuenta de lo desconocido que era él para ella.
Se equivocó al pensar que sería la última vez que sus labios sonrieran, al pensar que no podría compartir su mano, el no poder adentrarse en otros ojos y sumergirse en las calles desiertas y en el agua de la playa. Se equivocó al pensar que podrías recuperar todo el tiempo que le habías quitado, todas las noches sin descanso, y que podrías coser todas las heridas sin cicatrizar.
Se equivocó al pensar que serías capaz de mirarla como ella te miraba.

Abrió la ventana, respiró todo el aire de una bocanada, notó el frío en sus mejillas húmedas y con el viento se escapaban sus latidos. Observa como los árboles disminuyen, el atardecer baja para sentarse a su lado. La acompañaría las primeras horas, hasta llegar el anochecer que la arroparía con dulzura. Sí, esto merece la pena, esta vez no saldrá mal, es la mejor decisión.-Se repetía.
-Perdona ¿Este asiento está libre?
Parece ser que no sólo el sol la va ha acompañar en este viaje. 

20.6.11

Que los setenta pasaron hace mucho, nena.




Las arrugas aparecían en su frente cuando trató de reconocer la silueta extraña que se encaminaba hacia él. Se secó el sudor de la frente, abrió sus ojos asombrado al volver a ver los rizos dorados que iluminaron una vez su camino. Se sintió avergonzado por su aspecto sucio, colocó la botella en el suelo y se levantó para recibirla.
Tras las presentaciones y contar que fue de la vida de cada uno desde el verano de 1975.
Ella, aun conservaba la mueca que hacía cuando ocultaba algo. Se atrevió a preguntar: Venga, cuéntame, ¿qué haces aquí?
Atisbó una mirada dulce y quizás le hizo la declaración más dulce y melancólica que ninguna mujer pudo haberle hecho. Terminando con un: Estoy aquí, para quedarme, como en los viejos tiempos.  
La duda se produjo en su rostro, pero sacudiendo la cabeza le respondió:
Desengáñate, ahora no nos embargan las arduas ganas de vivir, no tengo ni fuerzas para correr por el trigo ni de mojarme en el pantano, tampoco siento un apetito enfermizo por hacerte mía. Que los setenta pasaron hace mucho, chica. Sólo cumplo con las deudas que le debo al alcohol y a la guitarra. ¿Qué si me acuerdo de ti?  ¡Qué cosas tienes! Fuiste los primeros ojos marrones que conocí, y la primera a la que tumbé detrás del cerco. A pesar de que en un principio te negaras… Joder, sólo diecisiete años ¿eh? Éramos unos putos críos. Y aun así… yo te deseé tanto como no he deseado a ninguna otra mujer.
Aspiraba más de su colilla le agarró de la barbilla con sus dedos como antaño,  mientras sostenía con la mano izquierda la guitarra.
Pero nena, no vengas a buscar un amor pasado. Porque ni yo tengo diecisiete ni tu tienes aquel vestido de flores turquesas. Ahora fumo por adicción, no porque pretenda ligar con alguna jovencita, ni escribo poemas pensando que los astros giran entorno a ti. El 90% me lo paso con la botella hasta quedarme dormido, quizás guardo un 10% para comer, y no me atrevo a enfrentarme a la tinta y al papel.
Así que lárgate, porque aquí sólo desperdiciarías tu tiempo, como lo estoy haciendo yo. 

16.6.11





Buenos días. Sé que eres incapaz de oírme pero aún le susurro a las sábanas. 
El aire se transforma en un barco que navega hasta tu oído. Allí desembarcan los pequeños piratas que bajan por tus hombros y se acomodan en tu cuello. Me he encargado de que algunos se cuelen por los pliegues de tu falda, y no me ha sorprendido comprobar que tus rodillas siguen tan suaves como siempre. Otros ascienden hasta tus parpados, tratan de abrirlos con cuidado, y al conseguirlo torpemente descienden por tus lágrimas, pero se columpian en tu sonrisa, sé que lloras de felicidad. Lo sé porque me responsabilizo de eso. Aunque no lo creas, todos ellos se hacen cargo de iluminar tus mañanas. Y espero que no te enfade que les haya ordenado a más de uno que te despierten con cosquillas en los costados de tu espalda.
Ojala mis manos fueran corpóreas para abrigarte en las corrientes de agua marina que inunda la nostalgia. Quizás sea culpa mía y esta idea de entrometerme sutilmente en tu cama. De todas formas, tu siempre tuviste la voluntad de la que yo carecía, te levantas, abres las cortinas e inevitablemente te giras para (no) verme. Pero no te preocupes vida, yo estoy en los rincones de la casa, en los agujeros de la ropa, ¡Incluso en los huecos del queso! Soy el espacio que separa tus palabras.


Siempre estoy aquí, contigo.  

10.6.11

Oh lily of purity




Tenía la mirada hipnótica y la sonrisa dibujada. Sus pies lo guiaban por las calles atestadas de faldas cortas y ojos ingenuos. Al son del tango, siempre con la rosa en la mano, se acercaba galantemente, eran lo más hermoso de él, las regalaba, y las espinas rozaban la yema de sus dedos. Les arrancaba los deseos.
Primero, le gustaba cincelar sus caricias con la parte puntiaguda de los dedos y dejar sus huellas antes de marcharse. Decían que tenía manos de pianista, sabía pulsar sobre los músculos idóneos, formando una sonora y sangrienta melodía.
Se deslizaba armoniosamente por sus caderas, acercaba la boca a su contacto y con su fervor saliva, la quemaba.
Electrificaba sus nervios, saltaban, chillaban, gritaban en completa agonía…
Trepaba por su espalda para rozar sus senos, abriéndole el pecho, alzaba la cara para mirarla, le dedicaba la más cálida y fraudulenta mueca, ella, sumisa le miraba con la ternura e inocencia que la cegaban.
Descuartizaba su sistema cardiovascular, hincaba los afilados dientes y tiraba de sus venas. 
Hasta que su voz se despedía, en su pura inconsciencia.

30.5.11

Frasco




Algunos me toman por loca, me miran de forma estridente, supongo que he cambiado bastante, no lo sé, ya no puedo mirarme en el espejo. Sé que mi piel está mucho más oscura desde que el sol me golpea todos los días, y la sal ha hecho que mi pelo ya no esté suave ni brillante, me abrigo de las algas que encuentro, no son comparables con tus brazos, pero al menos no arañan. Por la noche suelo descansar entre las rocas y cuando amanece me dejo arrastrar por las diminutas piedras que componen la playa, mis pies se hunden en ellas, me recuesto y el sol se pasea por mi cuerpo. 
¿Sabes? Ahora estás en un pequeño cilindro de cristal. Lo he llenado de tus distintas caras, de tus palabras y de tus despedidas.  Todavía busco algo con lo que llenar mis ojos y siempre vuelvo ha agarrarte, me alimento de momentos vacíos, los sostengo con mis manos.
Si estoy nerviosa te zarandeo un poco, no sé a lo mejor así me prestas atención. Me gusta tenerte al lado cuando nos iluminan los astros, imaginar que en otra galaxia podríamos estar tú y yo, revolcándonos por las dunas mientras que el polvo de estrella nos empapa. Las estrellas se podrían de acuerdo para formar una constelación escribiendo nuestra historia en el cielo. Y sobre todo, yo sería feliz, contigo.
Me he planteado muchas veces dejarte en la orilla y que el mar decida, pero siempre vuelvo a recogerte. 
Sé que volveré a verte, pero prefiero esconderme en la playa, hasta que yo sea capaz de despedirme de ti.

28.5.11

Hoy




Olvidé de cómo era caminar y levantarse después de haber dormido, me desvanecí. Me olvidé de desayunar, el cuerpo no me lo pedía y mi mente lo ignoró. Cogí la maleta con los ojos entre abiertos, al menos ya estaba hecha. Le dirigí la última mirada a mi casa y a la estación, y se me pasó marcar el número de teléfono para avisar mi marcha. Me olvidé de pintarme las uñas y los labios de rojo, no me puse mi pulsera favorita ni el reloj, me olvidé del tiempo. Tan sólo escuchaba el sonido de los pasajeros al susurrar sus palabras agrietadas por las despedidas y las ilusiones de los que emprendían un viaje esperado. En mi caso, no recuerdo a dónde me dirigía, observaba el sol del atardecer mientras su luz me iluminaba las pestañas. Cerré los ojos. No me gustan las lágrimas ni las sonrisas torcidas ni el humor estúpido. Por eso, siempre evitaba el acordarme de las personas. Me olvidé del por qué me iba.
Me olvidé que estaba esperándote a ti, a ver si aparecías… 

23.5.11

Circo



Davinia era una mujer admirable, su cuerpo compartía semejanzas con la guitarra española, tenía la mirada cubierta de suspicacia, los labios hambrientos, su pelo cobrizo y los rizos adornaban su cuello. Ella procedía de Sevilla, una pequeña provincia al Sur de España. Sentía que su hogar se encontraba allí, sin embargo lo que más le gustaba era viajar, y amaba que su trabajo le impulsara a hacerlo. Era bailarina, más bien la “bailarina de fuego”, así se hacía llamar y así la conocían. Los aplausos la llenaban mientras ella se deslizaba sobre el escenario hasta flotar en el aire denso. Había pertenecido a más de diez circos de casi todos los rincones del Sur de Europa. Davinia era todo un espectáculo y todos los directores la querían, pero ella era una persona muy inestable, necesitaba cambiar de rumbo cuando se acostumbraba a una rutina.

Su última parada y la más significativa resultó ser en Italia. El ambiente y el ritmo arquearon las cejas de Davinia, y entró en él. Cautivó a todos los miembros y despertó el deseo de un joven trapecista. Tenía las piernas finas y ágiles, su mirada era gélida,  penetrante y sus manos semejantes a las de un titiritero. Eran bastante opuestos, pero se fusionaban de forma lasciva. La piel ardiente de ella derretía su tacto de hielo y las manos de él la manejaban cuando su fuego amainaba. Se dedicaban las noches y los fuegos artificiales eran testigos de su lujuria. Un día al trapecista se le ocurrió subir a Davinia a su cuerda. Ella se tambaleó más de una vez, él hizo amago de sostenerla, más que intento fue puro teatro, y balanceó a la bailarina sobre la cuerda. Ella hizo el esfuerzo de mantenerse erguida y procuró que no la tocase, pero ya era dueño de sus hilos. Finalmente perdió el equilibrio y Davinia se estampó contra el suelo.


Ya ves… él era un experto trapecista y ella sólo expulsaba fuego por la garganta


21.5.11

She's so lovely.



Se apresuraba el atardecer por las calles de Madrid y yo me encontraba desvalido y desanimado, con mi moleskine bajo el brazo, estaba en blanco, al igual que mis ideas.
Deambulé por los parques, las estaciones, las plazas, incluso por las diminutas callejuelas que se esconden por la ciudad, con la mera esperanza de que la inspiración tocara mi puerta.
Cuando sumido en mis pensamientos tuve la torpeza de caerme al suelo, y todo lo que sostenían mis brazos se deslizó por mis manos, cayendo conmigo, esto lo hizo aún más ridículo. Sin embargo, apostaría a que fue la caída más efectiva. Al levantarme chocó contra mi rostro, acariciándome la piel, extendiendo mis ojos, llegó la inspiración. Dándome mi moleskine y dedicándome una tímida mueca. Me quedé perplejo y le rogué que me brindara unos minutos que necesitaba para retratar las pequeñas curvas que caracterizaban su rostro. Ella al principio se negó, se excusaba con que tenía el pelo revuelto y los ojos cansados, pero fue tanta mi fascinación y mi insistencia que cedió a mis suplicas.

Lo que Mario no sabía era que estaba protagonizando uno de los momentos más especiales de la vida de Elena. Trazó cada facción con suma delicadeza, resaltando la belleza de sus pómulos y haciendo más inmensos e increíbles sus ojos bosque. Mario tampoco era consciente de que Elena no era de las chicas que se paran a mirarse en cualquier cristal que ven por la calle y tampoco ponía especial esmero en arreglarse, no soportaba las fotos y evitaba enfrentarse al espejo. Si Elena fuera retratada por ella misma el papel estaría arrugado y lleno de manchas por las veces que pasaría la goma sobre este, lo más seguro es que acabaría en la basura, despedazado y triturado. Porque Elena no apreciaba sus pómulos rosas ni sus ojos verdes que tantas personas envidian. Tampoco valoraba su cuerpo, y Mario supo deslizar el lápiz con tal precisión que su cuerpo quedó inmortalizado como lo bello, fino y perfecto que era.

Al finalizar su obra, se la mostró orgulloso, y para su sorpresa, los ojos de Elena se encharcaron empapando sus mejillas, las curvaturas de sus labios se elevaron y su lengua articuló un leve: “Gracias…”
Mario se levantó del banco, recogió su moleskine, le entregó su retrato y se fue.
No sin antes girarse para ver a Elena.


Y el brillo del atardecer se reflejaba en su sonrisa.




Sé que quizás sean pocas personas las que me lean. Pero este relato va dedicado a todas las chicas. 
¡Un beso! 

16.5.11

00:00





Rufus, te he dicho que te vayas ya a la cama. No, no te voy  dar… ¿Esto tiene nombre? Se supone que son fideos, pero tienen una pinta asquerosa, quizás hasta te lo acabo dando. Maldita comida pre-cocinada... Será mejor que ponga la radio ¿Qué me dices Rufus, alegramos este aburrido departamento? Y mientras se sintonizaba la radio les interrumpió el sonido del microondas. Como un completo iluso creí ver tus rizos yendo hacia el microondas, eras tú quien compraba la comida para calentar, no te gustaba cocinar. A mí antes me gustaba, pero ya ves, ahora he perdido las ganas. Zarandeó la cabeza, se frotó los ojos, cogió la sopa de fideos y se sentó en el sofá. La radio sintonizaba una cadena de música clásica, no estaba mal, le tranquilizaba. Volví a verte, estabas al lado mío, esta vez, recostada en el sofá.- Te ofrecería los fideos pero no creo que quieras comer esta bazofia jaja- Rufus empezó a ladrar, y se levantó del sofá. Dios… me siento como un verdadero maniaco. ¿Dónde estás?

Y entonces caí… Ella no iba a sujetar mi sonrisa eternamente. Ni iba llenar cada amanecer con sus cereales, ni cada atardecer con el té moruno que siempre compraba, y mucho menos iba ha aparecer con el vino blanco y la música de blues por la noche. Tendría que conformarme con “mirarla” tras la pantalla,  pulsar las teclas por si algún día contestaba, marcar el teléfono para después colgarlo, y quedar como el estúpido que soy. Realmente no pude ni quise darme cuenta de que hasta ella sería efímera,  que estaba desgastando mis sábanas, y estaba predestinado que se iría desde que se me ocurrió amarla. Mientras mis manos sostenían las suyas, ella me clavaba las uñas.  

13.5.11

Soirée



La primavera recae sobre mí y como cada año me paseo por las calles de la nostalgia, compruebo que todo sigue en orden. La cafetería de la esquina, donde sirven un café de mierda, la librería de la mujer amargada a la izquierda y a la derecha… Ahí está, lo que antes era un pub de Jazz ahora se ha convertido en un vulgar antro donde van los miserables, desconsolados y sombríos hombres. Y para qué vamos a engañarnos, también voy yo, de vez en cuando. Algunos desahogan ahí sus fracasos, otros su resentimiento causado por una infidelidad, es lo más común, o sino van allí para romper su monótona rutina, aunque esta se acaba convirtiendo en otra.
A mi me gusta sentarme solo, y de vez en cuando se acerca alguien, porque el alcohol lo ciega de tal manera que necesitan descargarse con cualquier desconocido. No me importa, al menos me sirve para después escribirlo.
Yo voy ahí porque aunque parezca una persona cuerda, soy un completo chiflado, preso de un recuerdo.  

Era ya la madrugada y el piano nos acompañaba en aquel viejo pub de Jazz. Escuchaba como  las teclas del gran pianista iban acorde con mi pulso. Ya ni recuerdo cuantas personas se encontraban esa noche conmigo, puesto que mis sentidos sólo atendían al movimiento de su pelo, a los dibujos que producían su perfume, los cuales  se acercaban y jugaban con el aire que me rodeaba hasta llegar a mi nariz.

Joder… Podría haberse congelado el tiempo, o sino, congelarme yo mismo y solidar mi cuerpo en ese asiento de cuero, que las demás personas sigan con sus respectivos destinos después de esa noche. Sin embargo, yo quedaría sellado en carne viva, y si hiciera falta que me disequen, que se detenga mi corazón o que se me seque la garganta hasta que el aire me falte y  mi cuerpo deje de funcionar. Porque… ¿Sabes? Desde ese día, ya no soy el mismo. Porque no hay minuto en el que no pase por esa calle, que no me detenga en las vidrieras de los bares, que no te busque en el metro, en los autobuses, incluso en los cristales de los coches. En las librerías, bibliotecas. No me canso de preguntarles a las personas, de mirar las guías telefónicas y las redes sociales.
Y aquí estoy, en este antiguo apartamento de la calle 44, escribiéndole a quién seguramente ya ni recuerda mi nombre, deseando encontrar la silueta que me dejó atrapado en esa escena de mi vida. Porque yo sí me acuerdo de sus ojos rasgados y oscuros, su pelo recogido, negro, desenvuelto, de sus labios finos y de su vestido azul oscuro con flores violetas.
Yo si me acuerdo de ti, Mer.  

5.5.11

Finito




Entonces… ¿Qué hay de cierto en nuestras palabras al rozarse? Se deslizaban por mis labios hasta que estallaban en tu boca, se enredaban en el camino con las tuyas, formando un bonito y caótico baile.
Porque hubo más transparencia y sinceridad en nuestros silencios compartidos, cuando me bebía gota a gota tu sudor hasta dejar tu piel deshidratada. Nuestros cuerpos estaban en paralelo y los músculos pronunciaban un perfecto acorde.
Pero el aire que se desprendía por mi boca no fue capaz de formar las palabras adecuadas, sólo entendía de respiraciones entrecortadas y de jadeos compulsivos, esos que se escapan sin permitir que los detengan o los suavicen.
Mis suspiros se desvanecieron en el espacio y mi subconsciente sólo se acuerda del sonido de tus zapatos y de tu bragueta. Sin olvidar el estruendoso cierre de telón que provocaste en esta obra.
¿Sabes? A veces… mi piel me pregunta por ti. 

27.4.11

Raphaël





Podría guardar todos mis momentos contigo en un sitio concreto.
Esa habitación era nuestra, no sólo por la cantidad de veces que nos reencontramos en esas paredes azul oscuro que acompañaban a la sensación inocente que producían tus ojos en mí, y que en seguida tú transformabas en picardía. Sino porque sabía que cada noche efímera que me brindaras, yo sería tuya. En esas sábanas, en esos mismos lienzos que poseían el perfume antiguo del hotel. A pesar de que el resplandor de tu mirada se apagaba como las lámparas del hostal, puesto que tus ganas se consumían conforme mis gemidos menguaban. Pero yo me dejaba fundir en tu piel tatuada y permitía que tus manos me poseyeran. Y mientras yo desprendía por todos mis poros mis emociones, tú, te guardabas las tuyas.
Gesticulabas tu media sonrisa y te largabas.
Y yo siempre, después de tus agrias despedidas, me pregunto: ¿No sabes amar más allá de estas cuatro paredes?

23.4.11

Allie





Allie, descubrió los rayos del sol cuando abrieron por primera vez la cajita que la resguardaba,  lo primero que captó su atención fueron unos inmensos ojos verdes llenos de esplendor, y a su lado la acompañaba una sonrisa que siempre miraba a los ojos luminosos, y a partir de ahí la melodía que ella danzaba pertenecía a estas dos manos que se agarraban.
Los movimientos de su círculo giraban y giraban, acorde a las ondas de su pelo y a las curvas de su cuerpo, sus ojos como gemas brillaban con tal esplendor que era un verdadero espectáculo para cualquier espectador. Ella, sus labios, su eterna sonrisa, danzaban sin detenerse.
La colocaron en la estantería en frente de la cama, dónde observaba Allie cuanto se querían, y que cuando la nostalgia embargaba la habitación le daban cuerda, ella bailaba para ellos y comprobaba como los ojos esmeralda se deslumbraban y los  dientes de él volvían a relucir, y volvían a acariciarse. Ella era más que una cajita de música, era su remedio, su recuerdo, su canción…
Pero una vez el hombre vino con las curvaturas de su boca hacia abajo ¿Quién las habría puesto del revés?-Pensó Allie-. Se fijó por toda la habitación buscando a los pequeños diamantes luminosos, pero no los vio por ninguna parte. Y los colores de la habitación se transformaron, de un azul cobalto a un rosa pálido, hasta terminar en un gris taciturno. 
El hombre de la sonrisa del revés se levantó de la cama, y con sus manos mojadas por sus propios ojos, cogió a Allie y la encerró en su caja, para siempre.
Su vestido color azul mar se convirtió en polvo y sus brazos ya no se movían ni lenta ni intensamente. Sus ojos se apagaron y ya no sabía como era la luz del sol ni se acordaba de como era el bailar.
Porque esa fue su vida, cautivar a todos los que se detenían a observarla, brindar melodías a personas amadas, y ser el recuerdo de los que olvidan. 



20.4.11

Ollie






Ollie, es la niña de la sonrisa de caramelo y de los ojos noche. Y lo que más la caracterizaban eran sus puntos de fuerza, que se hallaban en dos zonas claves. El primero estaba en sus pies, los cuales la levantaban y tiraban de ella cuando su cuerpo caía. El segundo se encontraba en las comisuras de sus labios, éstos conseguían estirarle una sonrisa por cualquier suceso que le ocurriese, pasando por alto las circunstancias y los motivos.
Pero Ollie también ostentaba un punto de flaqueza, y éste se reunía en la yema de sus dedos. Que la presionaban a narrarte, a la vez que ella se desesperaba. Porque ahí es cuando demostraba que no, no podía fingir las 24 horas que su garganta no se estrechaba y que sus ojos no se ahogaban al recordarte. Que estaba más cerca de perder el conocimiento que de mantenerlo. Porque lo improbable se volvía imposible. Y el “tan, tan lejos” se os quedaba grande. A pesar de la distancia relativa y de las ganas que desprendían sus poros por buscarte.
Entonces un día Ollie se armó de energía, utilizó la fuerza de sus pies, y se atrevió a transmitirte todo lo que escribían sus dedos a través de su boca. Toda la angustia que la amarraba y todo el afecto que tenía guardado para ti.
 Pero… ¿Sabes que pasó? Que Ollie no fue más la niña de la sonrisa dulce ni de los ojos sueño, puesto que su boca se tornó amarga y sus ojos en lugar de brillar, (¡Cómo brilla el cielo cuando aparece la luna!), se oscurecieron. Se quedó completamente vacía, porque te entregó todo lo que ella sabía, todo lo que ella había fabricado.


Keep calm.




¿Qué quieres? ¿Qué me desagarre por las esquinas?, ¿Qué llore en tus rodillas? (por muy lejos que estén). Que te diga lo mucho que me está(s) destrozando, que no hay día ni hora ni minuto que no me recuerden que no estás aquí. Que no puedo sacar una sonrisa cuando te miro, porque mi boca está agria y ácida desde que te fuiste. Que ya es imposible buscarme en tus pupilas y escribir en tu espalda. Y que tu olor está impregnado en mi cuerpo cada vez que trato de dormir. Pero ¿sabes qué? Puede que yo no haya cumplido todas tus expectativas, y seguramente me salga de tus conceptos, pero hubiera vuelto para sacarle el sentido a tus sonrisas. Pero no, porque no te atreves, porque no quieres. Yo también puedo ocultarme en mi jactancia, lanzarte a golpes mi indiferencia a la par que mi corazón se desintegra. 
Yo también puede ser como tú. 


17.4.11

Self





¿Y ahora qué? ¿No eras tú la que presumía de orgullo? Mírate… ¿Qué piensas hacer? ¿Seguirás fingiendo que toda esa superficial coraza que te embarga es más fuerte que tú? Cuando está completamente destrozada. Se ha convertido en un puzzle, y mientras pierdes el tiempo en encajar todas las piezas, no quieres darte cuenta de que lo que importa no es tu escudo, sino ese órgano que tanto odias. El miedo te embarga por completo, te enterraste bajo tierra y pensaste que nada ni nadie podrían hacerte salir… Que equivocada estabas eh. Cuando quisiste fluir de repente,  quisiste lanzarte al primer contacto de piel que hiciera que tu vello se pusiera de punta y tu corazón despertara y latiera tan fuerte que se te saliera del pecho. ¿Pero sabes que pasó? Que cuando lo conseguiste, te asustaste. Tus piernas temblaban y se te encogía el estómago. ¿Es esto normal? (me preguntabas). Cuántas veces he tenido que explicarte que yo soy tú y tú eres yo. Y que sé tanto como tú sobre él, que no sé hasta dónde llegarían sus ojos por buscar tus pupilas, ni sé cuantos vasos podría llenar con sus lágrimas.
¿Sabes lo que va a pasar ahora? Vas a temer otra vez, y estoy segura de que no dejarás a nadie, (ni aún que yo te convenciese) entrar en ti.  
Y no hagas como que no te afecta, porque ahora mismo sé que te estás deteriorando, y es eso lo que más te jode. ¿Qué pasa? No te gusta lo que escuchas, ¿verdad?
Venga pequeña… no te subleves, no desaparezcas, formo parte de ti, como tú de mi.
¡Espera!
Ya está…lárgate, finge no escucharme, golpéame contra tu muro de indiferencia.
Pero estoy aquí.
Buenas noches Princesa.

14.4.11

April





Yo tan sólo quería meterme en cada uno de tus resquicios, y grabarlos en mí con tinta permanente. Poder leer a través de tus ojos, y adentrarme en ellos, colándome por las ranuras e ir cosiendo todas las heridas abiertas. Mi intención no era más que apreciarte como a un libro, anotando las citas que me gustan y guardando en mi memoria mis partes favoritas. Pero he acabado confundiendo tus latidos con los míos y tus nervios con tus ganas de escapar. Y ya estaba dentro…  me rocé con todos los árboles del bosque que tienes por corazón. Terminé llena de arañazos, y de culpa, por querer entrometerme en ti y por quererte más de lo que se debe.
Así que ahora me voy de tu repulsivo subconsciente.

5.4.11

Azul




Que distintas se ven las cosas transcurrido el tiempo. Cuando me despertaba a la madrugaba por tu olor en mis sábanas o por el simple cosquilleo de pensar que estuvieras ahí. Cuando observar los atardeceres y viajar en metro se convertía en revivir una y otra vez tu recuerdo. Cuando mis cafés, mis textos, y todo lo que leía, veía o sentía llevaba tu nombre. Y mi piel se ruborizaba y temblaba al creer ver tu rostro a lo lejos, pero mis pies no tenían la valentía de volver a ti. Me quedaba horas escribiendo y gimiendo por tu ausencia.

Pero ahora pienso: ¡Qué perdida de tiempo! Que no supe percatarme de que unos ojos, sus ojos me observaban, con tal ahínco que podría haberme hecho una radiografía en ese mismo instante. Y cuando por fin, me encontré con el azul de su iris, escuché “Hace meses que  me detengo a mirarte, y hoy es la primera vez que has sonreído.”


Y no volviste a atravesar mi mente. 

3.4.11

Moon




Desde mi ventana veía el azul oscuro de la madrugada, y las pequeñas luces que lo adornaban. Mis ojos, ya cansados, sostenían mis parpados que suplicaban un inmediato descanso. Pero para su sorpresa, algo los despertó de sobremanera, dilatando sus pupilas. Giré la cabeza bruscamente, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, hasta que vi que estaba en frente mía, delante de mis propios ojos.
Era una silueta femenina, brillaba con una intensidad magnética. Forcé mis pupilas y me froté los ojos más de una vez, nunca vi nada semejante.
Sentí el terrible y es desesperado deseo por acercarme a ella. Y sin pensarlo me dispuse a salir de mi casa. Me palpitaba el pulso con tal rapidez que hubiera sido capaz de saltar por la ventana. Pero intenté controlarme, y salí a buscarla.
Caminé hacia ella lo más rápido que pude aun sin saber qué decirle o cómo tratarla, había perdido completamente la cabeza, me sentía como Manrique en la leyenda de Becker “El rayo de luna”. Pero esta vez, sabía que ella existía porque la vi, por fin, y la miré de una forma casi táctil.
Pero cuando quise atreverme a tocarla, mi mano chocó contra una pared fría y densa. Ella me sonreía con picardía y dulzura, (quizás no era consciente de esa cápsula que la rodeaba) pero yo si, y me enfurecía que se interpusiera ese muro luminoso y asqueroso que apartaba mi piel de la suya. 
Perdí los nervios. ¿Por qué esa distancia? ¿Por qué esa frialdad? En ese rostro con facciones tan delicadas y rasgos tan dulces…
Ella no me dejaba entrar, no se atrevía a levantar esa barrera y yo comenzaba a desesperarme. Cuando de repente, con una mirada triste e insegura, me ofreció su mano. Sonreí orgulloso, y la agarré con fuerza. Pero al mostrarme lo que había detrás del muro, me asusté.
Me encontraba perdido, en un laberinto de hielo, donde ella decidía que puertas abrirme y cuales cerrarme, algunas acciones sin sentido y otras quizás me las mereciera.
Trataba de saber la solución a ese enigma, a ese puzzle. Notaba como me enfurecía cada vez más y bruscamente rompí más de una pieza.
Lo único que yo quería era poseerla y que me desease tanto como yo  a ella. Pero siempre había puertas que cerrar, aunque me abriera otras tantas y pensaba que por fin saldría de allí, podría sostenerla en mis brazos y desgastarle los labios.
Me di por vencido, me sentía inútil y un pelele, dejé de buscarla.

Tardé bastante en darme cuenta de lo frágil y débil que era ella, y lo cerca que yo estaba de su corazón. 

28.3.11

L'excessive




Venga, consume más de tu cigarrillo si lo deseas pero no me hagas perder más el tiempo. Ahórrate el decirme lo que te pongo, ya lo noté en tu asquerosa forma de mirarme desde que entré por esa puerta. Por favor, no prolongues esto más, tu capacidad excesiva de hablar me está poniendo enferma. 
Con lo sencillo que lo tendrías si callaras, no me preocupa como te llames, donde vivas, o si volveré a verte, trágate los tópicos, no quiero escucharlos.
 Esto no son juegos, son mis juegos, y me gusta lo rápido, lo extremo y lo exquisito. 
Así que vendrás conmigo, y aceleraremos esto, hasta que se te acabe el aliento y no necesites volver a hablar, porque te enseñaré el lenguaje de las caricias. 
Te desgastaré y te aborreceré, como a una canción por escucharla repetidas veces.








25.3.11

Quiet



Y por más que busco no encuentro nada tuyo en mi piel.

¿Será que tus caricias se las llevó el viento? ¿Será que el sol ha conseguido cicatrizar todas y cada una de las heridas que me hiciste? ¿Será que mis ojos han olvidado la forma en la que te buscaba a través de la multitud o su misma capacidad para poner tu cara en la de cualquier desconocido?

 Ni te busco por los recovecos de mi cama ni por los rincones de mis recuerdos. Porque embargaste de sobremanera mi mente y mi cuerpo que tu imagen está turbia y nublada, porque te quise tanto que mis fuerzas se agotaron y dejó de palpitarme el corazón.


Será que te marchaste para siempre, de mí.





Foto por Anne Agüero

22.3.11

Opacidad





Las luces de la ciudad la despertaron de su siesta. Hora de salir.
Se levantó de la cama con el pelo revuelto. Se miró al espejo, pasaba de arreglárselo, justamente sabía que en lo que menos se iban a fijar era en su pelo. Hoy iba a ser otra de las noches en que Jessie mostraría su mejor faceta.
Cogió el rimel, extendió sus pestañas y pintó sus labios del rojo caoba que tanto le favorecía a su rostro pálido, y eso era lo que más atraía de ella.
Se puso una camiseta ajustada, y se derramaban las gotas de su cerveza en su escote. Le encantaba provocar y llamar la atención de forma silenciosa.
Tenía una cara muy agresiva, pero era hipnóticamente atractiva.
Un alma libre, vivía de noche y le gustaba alimentarse de cada mirada que se posaba en ella, pero siempre haciendo amago de algo más. Para dejar el apetito en sus labios, sin suprimir la parte en la que se subía la temperatura.

[…]

Las luces del amanecer la despertaron, esta vez no en su propia cama. Hora de irse.


Me esperaba que se largara, era la típica tía de bar. Pero sin duda, ella era distinta, sabía que a la mañana siguiente no tendría que echarla de mi cama, sabría que se iría tal y como vino, en silencio.
Estaba claro que no volvería a verla, pero no iba a olvidar esa jodida noche.
Y ahora me lamentaba no haberle pedido un número o tan siquiera un nombre, era la primera vez que encontraba a alguien tan igual a mí, y tan sumamente increíble. Y era la primera vez que deseaba encontrármela al lado mía al despertarme.

Al menos tengo su rojo de labios en mi baño, así sé que no es invención mía.

Y dejó su olor en mis sábanas. 

17.3.11

Little Girl






Quizás no te hayas dado cuenta… De que desde que te conoció tiene como pasatiempo contar todos y cada uno de tus lunares, y poner hojas secas debajo de tu camiseta, a pesar de que lo último te haga enfadar.

Quizás no te hayas dado cuenta… De que sus ojos descansan cuando tú le deseas las buenas noches y que de no ser así no despertaría, porque no podría dormir.

Quizás no te hayas dado cuenta… De que sus pies de muñeca tienen miedo de seguir los tuyos, que pretenden llevarla hasta el bosque de tu subconsciente y allí perderse entre todas tus ideas y todos tus pensamientos.

Quizás no te hayas dado cuenta… De que sus manos se mueren de ganas por dibujarte el mapa de vuestro camino recorrido y el que queda por recorrer, pero se lo guarda entre su corazón y sus costillas.

Quizás no te hayas dado cuenta…De que cuando rozas su cuerpo frágil, su piel desea que se prolongue hasta que tus manos puedan aferrarla contra tu pecho, y poder fundirse en tus ojos negros que la cautivan hasta el más mínimo sentido y hasta el más profundo suspiro.

Quizás no te hayas dado cuenta de lo mucho, mucho, mucho…



14.3.11

Losing




Sophie tenía dos posibilidades.
Lo que ella no sabía era como iban a terminar cada una.


Podía recubrirse con su orgullo y hacer de esto una despedida fría pero sin posibilidades de que haya una segunda parte. Esto, la ayudaría a comenzar de nuevo, la animaría a mirar al futuro, sin mirar atrás en ningún momento. 
Se acercó a él, tranquila pero sin mostrar ningún ápice de sus sentimientos. Estaba tan nerviosa que no sabía por dónde empezar, ni que decir.- Sólo piensas en ti.- Primer error. Notaba como la miraba cansado de sus mismas excusas, Sophie se estaba ahogando, otra vez, ella sola en un vaso de agua. Continuó:
-No puedo más, yo también tengo límites, no tengo ánimos, ni ganas, ni ilusiones. Sacas lo peor de mí, yo antes no era tan agresiva, estoy cansada, me agota discutir contigo, me agobio, me ahogo.
-¿Te piensas que yo no tengo límites?- La interrumpió.
Y empezó de nuevo, el caos, el suburbio, Sophie volvía a marearse, volvían a tirar de la cuerda, cada vez más, cada vez peor. Desgarrándose el uno al otro, a ver quién hacía más daño.
Observaba su rostro intacto, como si no le afectara nada de lo que estuvieran discutiendo, mientras que a ella se le hacía un nudo en la garganta. - ¿Conoces algo que se llama empatía? Explotó.- ¿Hay sentimientos en ti? No te importa nada, absolutamente nada, debería ahorrarme todas las explicaciones que te he dado y todo lo que he hecho por ti. No sé ni qué hago aquí.  

Cogió su maleta y se fue. Para siempre.

Ella pensaba que él iría detrás suya al marcharse, al igual que él pensaba que ella volvería retractándose.


La otra posibilidad, era la más difícil, intentar ser completamente transparente a sus ojos.
Le miró, aun aturdida de no poder dormir la noche anterior. Le cogió de la mano, pudo notar que Sophie temblaba, respiró hondo.
-Quizás yo no tenga tanta iniciativa como tú, pero tengo la suficiente como para decirte que ya no tengo fuerzas para seguir adelante contigo.
-Después de todo…-Le tapó la boca.
-Por favor… Todo tiene un principio y un final.
-Los finales son relativos.
Se desarmaba, una palabra más y todas las fuerzas que había reunido para decirle aquello desaparecerían.
-Pero es tu decisión, no puedo intervenir.
¿De verdad? Se preguntaba, ¿No pensaba hacerme cambiar de opinión? ¿Ni una sola vez? Ya no sabía que más decirle.
Le abrazó, y él no intentó retenerla, en ningún momento.

Y Sophie cogió su maleta y se fue.

Dando oportunidades a segundas partes. 

6.3.11

Adiós








-No sé cómo ni cuándo pero he dejado de sonreír cuando me despertabas con caricias, ya no soporto oírte cantar mientras te duchas, tampoco soporto que empieces a hacerme cosquillas mientras leo, no aguanto ese estúpido tic tuyo de tocarte la perilla, y antes me encantaba. Ya no tengo las mismas ganas de ver como entras por la puerta, ni te echo de menos cuando te vas. No sé cuándo dejaron de ser especiales los viernes que salíamos a pasear, tampoco sé cuándo empecé a pensar en otras cosas mientras me besabas.  

Hubo un maldito silencio,y ni siquiera me miraba. Añadí:

-Necesitaba decírtelo.
-¿Sabes todo lo que he hecho por ti?
-Lo sé… Pero yo…
-¿Te das cuenta de cómo me tratas? Tú nunca me has querido, ¿verdad? Es eso, estoy seguro. Eres tan sumamente fría que dudo que puedas sentir algo por alguien. ¿Qué pasa? ¿No soy lo suficientemente bueno para ti? Espera… No, no soy yo el problema. Tu problema está en que analizas a la gente, después la juzgas y al ver que no es tan perfecta como tú, te desinteresas. Quizás a mi me idealizaste, pero ¿sabes? Tú tampoco eres perfecta y he soportado miles de tus manías y miles de cambios de humor. ¿Piensas que el amor es perfecto? No, en absoluto. Te va a pasar esto con todas las relaciones que tengas.
-Las cosas no son así… Por favor no lo hagas más difícil, sólo trato de...
-De dejarme.
- Sí, pero de dejarte de la forma más sincera posible. También es que…
-¿Hay otra persona verdad? ¿Él también es tan perfecto como tú?
- Será mejor que me vaya.
Me agarró del brazo.
- Contéstame.
- Nunca quise hacerte daño, de verdad.


Y tampoco quise irme así.




24.2.11

Breath





¿Y qué pasa si me canso de que cambies de parecer según te convenga? 
Hoy simplemente no quiero hablar de ti. Porque al parecer tu opinión es la única que cuenta.
Déjame un tiempo sola, acabaré echándote de menos, como de costumbre. 

22.2.11

Analízame.




-Pero…todo esto, podrías ahorrártelo.

-Quizás quiero decírtelo.
-No, quieres saber mi reacción al decírmelo, y yo no sé que decirte.
-Después de todo este tiempo… ¿No sabes que decirme?
-No, esto es justamente lo que estuve evitando, y ahora, no tengo palabras.


17.2.11

~ Por las calles de Manhattan ||



Tan sólo hacia dos semanas que estaba en la luminosa Manhattan, de vuelta. Me encontraba con sus calles mojadas, con su perfecto invierno.

Recordaba las veces en las que le dije “La medida de mi tiempo es estar o no estar contigo.”  Y ahora… no sabía que fue de él, ni en mi ausencia ni en mi llegada. Tenía tanto miedo de volver a verle, recordar sus besos de desayuno y las noches en vela desnudándonos el alma…

Por no recordar nuestra despedida, en la que ni se atrevió a besarme por última vez y desde entonces… era como si nunca hubiéramos existido, ni el para mi, ni yo para él.

Sumida en mis pensamientos me pareció escuchar su voz, supongo que le echaba tanto de menos que… Sentí como tiraban de mi brazo, me giré rápidamente, no supe ni articular palabra…era él.

Me recompuse, le abracé no podía parar de sonreír al volver a ver su mueca hacia el lado, mi preferida.

Fuimos a nuestra cafetería, casi por inercia. No pude parar de hablarle de mi trabajo en Inglaterra, ni de mi estancia allí. No quería entrar en ningún tema sentimental, quería seguir en mi ignorancia, sin saber si él había pensado tanto en mí como yo en él. Aun que sonriera como una estúpida cada vez que me rozara. Pero en la cafetería ya estaban cerrando, y Manhattan ya se iba a dormir. ¿Volvería a verle?

15.2.11

~Por las calles de Manhattan |



Tarde lluviosa en Manhattan, típica de su invierno. Me disponía a salir para apreciar sus preciosas luces, sus increíbles paisajes, y para comprar algo de cenar, de paso.
Entre tanta humanidad no esperaba encontrarme con sus ojos azules, otra vez, Destacaba sobre todas las personas, llevaba un gorro negro, que resaltaba con su pelo rubio. Seguía tan perfecta como siempre. 
Sin pensármelo dos veces, estrepitoso corrí hacia ella, quería saber si de verdad se trataba de ella- se había ido de la ciudad. ¿Qué hacía aquí? ¿Por qué no me llamó?- Empuje, casi me tropiezo y casi tiro al suelo a varias personas, y cuando la tenía tan cerca, casi podía rozarla, me acerqué despacio. -¿Helen?- grité, no pude evitarlo. Se quedó petrificada, no supo que responderme, sus labios se curvaban…Lo que decía, seguía tan perfecta como siempre, su sonrisa era capaz de iluminar toda la ciudad.
Me abrazó, se le iluminó la cara al verme, seguramente por las luces de Manhattan, pero también porque me había echado de menos, tanto como yo a ella, seguro.
Se pasó toda a tarde hablándome de tu estancia en Inglaterra, a la luz del fuego de la cafetería, tantos recuerdos en ese sillón… Pero yo me moría de ganas por saber cuanto tiempo se quedaría, saber si le latía el corazón tan rápido como a mí, y saber si recordaba cuando bailábamos en la carretera o cuando la despertaba con cosquillas. Pero las horas se consumían como la espuma de mi café.
Nos quedamos allí hasta que empezaron a apagar las luces, a llevarse las tazas, a pedirnos la cuenta… Y eso significaba que tenía que despedirme de ella, y a saber cuando podría volver a ver sus ojos cielo...
Las luces de Manhattan se apagaban tanto como mis esperanzas de que se quedara…

12.2.11

Gone, play on...


Siempre me gustó esto, siempre tuve cierta atracción por tus estrategias caprichosas, por tu aprecio temporal, por tu bipolarismo contradictorio.
Y a ti te gustaba ver como mi pulso se aceleraba cuando empezaba a temblar al volver a verte, que no podía soportar las ganas de gritarte lo mucho que te necesitaba, y me dejaba llevar… a pesar de que sabía qué harías lo mismo, la misma jugada, antes de empezar sabías que volvería a perder… Entregándotelo todo sin condiciones, sin explicaciones, rompiéndome en pedazos, otra vez…


Y nunca se acaba, viene y va… 




6.2.11

Lo no tan desconocido...

Frente al espejo: ¿Qué ves? Sí, te gustas. Te gustan los rasgos de tu cara circular, tus ojos azul oscuro casi negro, atípicos, tu nariz pequeña, el centro de tu rostro y las comisuras de tus labios que muestran tus dientes regulares, por no mencionar las ondulaciones de tu pelo, que complementan cada curva de tu cuerpo... Pero no me refiero a tu físico.

Mírate, fíjate que es así como a ti te gusta ver a las personas, y es así como quieres que te vean, es tu mecanismo de defensa.  
Yo sólo te diré… Consume más de mi cigarrillo, finge tus nervios con una sonrisa, y convéncete de que no estoy presente en todos tus pensamientos, puedes engañarte a ti misma, pero a mí no.
Porque aun que disfraces tus sentimientos de emociones placenteras, no desaparecerán y yo los veo. 
Quizás porque tú me dejas que los vea, o porque no puedes ocultármelos.



23.1.11

El roce también hace daño.






¿Qué quieres que te diga? Si me acerco me empujas y si me voy me retienes. Que ya ni me acuerdo del sonido de tus buenos días ni del sabor del café de tus ojos. Que ya no sé como podría hacerte reír como antes, cuando me cogías como una princesa para llevarme a cualquier sitio contigo, porque era la mejor forma de evadirse de la realidad. Cuando tenía todo el tiempo del mundo para enterrarme en tu piel y tenía toda la suavidad de la seda en tus manos. Que ya no te encuentro si te miro, que tus ojos se han apagado, y que los míos ya no saben hacia donde mirar. 






17.1.11

La dulce y amarga rutina que me había dejado.


Echaba tanto de menos tenerla cerca que mi mente empezó a inventarse nuevos momentos. Como si nada de lo anterior hubiera pasado, que entraba otra vez por esa puerta y el mundo comenzaba a girar alrededor de los colores de su pelo. Amaba cuando conseguía romper cualquier rutina o tradición, que los regalos no tenían por qué darse en Navidad y que podía sorprenderme siempre que quisiera, le gustaba ser atípica. Le gustaba ser ella y a mí me gustaba ella. Seguía  desayunando sus tostadas con mantequilla y azúcar, pero ella seguía sin estar ahí.

No estaba seguro de si habían pasado días, semanas o incluso meses, el estar sin ella se hacía eterno.

 Trataba de acordarme de todos los momentos, evitando el día que se marchó. Que ni si quiera pude mirarla con profundidad, que tan sólo recuerdo su pelo cobrizo salir por la puerta, pero volvería, al menos eso quería creer.


¿Que por qué? ¿Por qué me gusta perderme en el pasado? Porque es así como era yo, como era ella, como yo la recuerdo, como me gusta recordarla y como me gusta recordarme.

Y al mismo tiempo, puedo fingir que ya no pienso en ella, que las luces de la ciudad ya no me recuerdan a sus ojos y que los atardeceres no son del color de su pelo, que los autobuses no son las veces que fui a verla y las veces que la esperé.
Puedo meterme en los recovecos de otros lugares sin que mis sentimientos intervengan. ¿Sabes por qué? Porque mis sentimientos todavía son suyos… todavía

11.1.11

Entre suspiros...




A ella nunca le gustaron las cosas fáciles, nunca le gustó lo simple. El hecho de que yo lo fuera ya la alteraba. No, a ella no le iban esas cosas.

Tenía esa estúpida manía de querer profundizar en todo, cada vez que me miraba sentía que me estaba analizando.

Para ella era mucho más divertido desesperarme por rozar sus amargos, al igual que dulces, labios, emborracharme con su saliva y drogarme con su boca inyectándome un poco más de su veneno.  Le gustaba mirarme con sus ojos felinos y meterme en su juego de sábanas. Por ello me volvía jodidamente loco el sonido de su risa al ver que me frustraba el hecho de no poder arrancarle la piel a mordiscos y fundirla sobre mí. Y tenía que apresarla con mis brazos para que no se escapara. 
Ella prefería ofuscarme por  saber quién era y creo que nunca llegué a conocerla, pero si a desearla, mucho, muchísimo

6.1.11

Gabrielle



Digamos que Gabrielle tenía muchas posibilidades donde escoger y que esta vez había sido impulsiva. 
El cielo se encontraba grisáceo, y no había pájaros que lo colorearan. El pronóstico del tiempo seguía siendo frío y sus manos seguían estando igual de heladas. 
Lo echaba de menos, echaba de menos sus ganas de enterrarse bajo las sábanas, fingir que dormía y así poder hacerle cosquillas hasta que su sistema nervioso no pudiera más. Echaba de menos el mapa que el había dibujado en su espalda, descubriendo todos sus puntos claves. Y echaba de menos arrancarle cada minuto de su tiempo antes de que se fuera. 
Porque Gabrielle sabía que él tenía otra vida, y para ella, su vida era él.
Iban a encontrarse, después de unas semanas interminables de ausencia.
Pero Gabrielle no se sentía con ganas de entregarle todos sus sentidos, se subió a otro tren.
Para largarse.

1.1.11

Amélie



Amélie conoce a dos hombres.

El primero la reconforta, la llena de tranquilidad, le muestra todos los rincones de su corazón, las pequeñas cosas que le gusta hacer, inventa una rutina diaria que consiste en regalarle cada minuto de su vida, hace que Amélie se olvide de lo insegura que ella es,  le da todo, sin condiciones. ¿Pero ella? Amélie se lo pasa bien, pero su corazón sigue intacto, total ¿para qué quiere mostrarlo? Ya tiene el suyo, el que él le da.

El segundo hace que Amélie entre en un caos... ¡En un laberinto! La sorprende, la descoloca, se pierde en el chocolate de sus ojos, en sus muecas traviesas, en los recovecos más escondidos de su cuerpo, en sus perfectas manos y en sus incontables caricias. También le crea miles de miedos a la pequeña Amélie, pero hace que su corazón se abra, se muestre... Hace que Amélie ame.