21.5.11

She's so lovely.



Se apresuraba el atardecer por las calles de Madrid y yo me encontraba desvalido y desanimado, con mi moleskine bajo el brazo, estaba en blanco, al igual que mis ideas.
Deambulé por los parques, las estaciones, las plazas, incluso por las diminutas callejuelas que se esconden por la ciudad, con la mera esperanza de que la inspiración tocara mi puerta.
Cuando sumido en mis pensamientos tuve la torpeza de caerme al suelo, y todo lo que sostenían mis brazos se deslizó por mis manos, cayendo conmigo, esto lo hizo aún más ridículo. Sin embargo, apostaría a que fue la caída más efectiva. Al levantarme chocó contra mi rostro, acariciándome la piel, extendiendo mis ojos, llegó la inspiración. Dándome mi moleskine y dedicándome una tímida mueca. Me quedé perplejo y le rogué que me brindara unos minutos que necesitaba para retratar las pequeñas curvas que caracterizaban su rostro. Ella al principio se negó, se excusaba con que tenía el pelo revuelto y los ojos cansados, pero fue tanta mi fascinación y mi insistencia que cedió a mis suplicas.

Lo que Mario no sabía era que estaba protagonizando uno de los momentos más especiales de la vida de Elena. Trazó cada facción con suma delicadeza, resaltando la belleza de sus pómulos y haciendo más inmensos e increíbles sus ojos bosque. Mario tampoco era consciente de que Elena no era de las chicas que se paran a mirarse en cualquier cristal que ven por la calle y tampoco ponía especial esmero en arreglarse, no soportaba las fotos y evitaba enfrentarse al espejo. Si Elena fuera retratada por ella misma el papel estaría arrugado y lleno de manchas por las veces que pasaría la goma sobre este, lo más seguro es que acabaría en la basura, despedazado y triturado. Porque Elena no apreciaba sus pómulos rosas ni sus ojos verdes que tantas personas envidian. Tampoco valoraba su cuerpo, y Mario supo deslizar el lápiz con tal precisión que su cuerpo quedó inmortalizado como lo bello, fino y perfecto que era.

Al finalizar su obra, se la mostró orgulloso, y para su sorpresa, los ojos de Elena se encharcaron empapando sus mejillas, las curvaturas de sus labios se elevaron y su lengua articuló un leve: “Gracias…”
Mario se levantó del banco, recogió su moleskine, le entregó su retrato y se fue.
No sin antes girarse para ver a Elena.


Y el brillo del atardecer se reflejaba en su sonrisa.




Sé que quizás sean pocas personas las que me lean. Pero este relato va dedicado a todas las chicas. 
¡Un beso! 

6 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. me ha gustado muchisimo ^^
    Creo que en el fondo de mi tengo a una pequeña Elena :)
    Gracias :)

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  3. Es totalmente precioso, de verdad :)
    Yo soy totalmente esa Elena que describes, unicamente cambiale el nombre y me ves a mí, jaja.
    Te expresas realmente bien. Me gustaría parecerme a ti:D
    Gracias; unbeso!

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  4. Escribes con muchísima delicadeza :) La entrada es totalemnte increible.. me ha encantado!
    un besazo muy grande^^

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  5. La inspiración ha vuelto para quedarse, eso es una gran noticia. El texto me encanta, mas que de costumbre, te has superado. Sigue asi.

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  6. oh que bonito!wiii además me llamo Elena ;) jajajaja pero no soy como esa Elena que describes tú xDD
    un beso!:)

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