13.5.11

Soirée



La primavera recae sobre mí y como cada año me paseo por las calles de la nostalgia, compruebo que todo sigue en orden. La cafetería de la esquina, donde sirven un café de mierda, la librería de la mujer amargada a la izquierda y a la derecha… Ahí está, lo que antes era un pub de Jazz ahora se ha convertido en un vulgar antro donde van los miserables, desconsolados y sombríos hombres. Y para qué vamos a engañarnos, también voy yo, de vez en cuando. Algunos desahogan ahí sus fracasos, otros su resentimiento causado por una infidelidad, es lo más común, o sino van allí para romper su monótona rutina, aunque esta se acaba convirtiendo en otra.
A mi me gusta sentarme solo, y de vez en cuando se acerca alguien, porque el alcohol lo ciega de tal manera que necesitan descargarse con cualquier desconocido. No me importa, al menos me sirve para después escribirlo.
Yo voy ahí porque aunque parezca una persona cuerda, soy un completo chiflado, preso de un recuerdo.  

Era ya la madrugada y el piano nos acompañaba en aquel viejo pub de Jazz. Escuchaba como  las teclas del gran pianista iban acorde con mi pulso. Ya ni recuerdo cuantas personas se encontraban esa noche conmigo, puesto que mis sentidos sólo atendían al movimiento de su pelo, a los dibujos que producían su perfume, los cuales  se acercaban y jugaban con el aire que me rodeaba hasta llegar a mi nariz.

Joder… Podría haberse congelado el tiempo, o sino, congelarme yo mismo y solidar mi cuerpo en ese asiento de cuero, que las demás personas sigan con sus respectivos destinos después de esa noche. Sin embargo, yo quedaría sellado en carne viva, y si hiciera falta que me disequen, que se detenga mi corazón o que se me seque la garganta hasta que el aire me falte y  mi cuerpo deje de funcionar. Porque… ¿Sabes? Desde ese día, ya no soy el mismo. Porque no hay minuto en el que no pase por esa calle, que no me detenga en las vidrieras de los bares, que no te busque en el metro, en los autobuses, incluso en los cristales de los coches. En las librerías, bibliotecas. No me canso de preguntarles a las personas, de mirar las guías telefónicas y las redes sociales.
Y aquí estoy, en este antiguo apartamento de la calle 44, escribiéndole a quién seguramente ya ni recuerda mi nombre, deseando encontrar la silueta que me dejó atrapado en esa escena de mi vida. Porque yo sí me acuerdo de sus ojos rasgados y oscuros, su pelo recogido, negro, desenvuelto, de sus labios finos y de su vestido azul oscuro con flores violetas.
Yo si me acuerdo de ti, Mer.  

1 comentario:

  1. ¿En serio ésto lo has escrito tú? Cada vez me dejas más a cuadros Elle. Me hago fan de tus escritos, eres una crack.
    Quiero que haya una continuación. Ts.

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